martes, 6 de mayo de 2008

Luis Cernuda, un verano onubense

En 1931, aguijoneado ya por la conciencia social y política, el poeta sevillano Luis Cernuda –para muchos, el más alto exponente de la Generación del 27– se embarca en uno de los proyectos más apasionantes de la II República, las Misiones Pedagógicas, una iniciativa educativa que recorre España llevando la cultura a los lugares más recónditos del país. En uno de sus viajes, en julio y agosto de 1934, el autor de La realidad y el deseo llega a la provincia de Huelva para explicar por los pueblos los cuadros más relevantes del Museo del Prado.
Una nueva biografía del poeta, Luis Cernuda. Años españoles (Tusquets), con la que el escritor e investigador Antonio Rivero Taravillo acaba de ganar el Premio Comillas, aporta nuevos datos sobre una visita que acabó inspirando y en la que escribió uno de sus poemas más hermosos y conocidos, A un muchacho andaluz, en el que Cernuda (Sevilla, 1902-México D.F., 1963) idealiza el encuentro que tuvo con un grupo de jóvenes en el Conquero: «Te hubiera dado el mundo, / muchacho que surgiste / al caer de la luz por tu Conquero, / tras la colina ocre, / entre pinos antiguos de perenne alegría».
Durante su estancia en la provincia, Cernuda visitó Aracena, Calañas, Ayamonte, Isla Cristina, Punta Umbría, La Palma del Condado y Moguer, además de la capital, a la que acudió a visitar a su amigo Adriano del Valle, poeta ultraísta fundador junto a Rogelio Buendía y Fernando Villalón de la revista onubense de vanguardias Papel de Aleluyas.


Luis Cernuda, en el verano 1934 en el Puerto de Huelva, fotografiado por José Caballero.

A todos estos pueblos acude Cernuda como parte integrante del Museo del Pueblo de las Misiones Pedagógicas, una pequeña pinacoteca ambulante formada por copias de cuadros famosos del Prado, hechas por jóvenes pintores como Ramón Gaya, Juan Bonafé y Eduardo Vicente. Mientras otros miembros de las Misiones se encargan de transportar y colocar la exposición itinerante, Cernuda comenta los cuadros a los lugareños que se acercan interesados.
Así lo hizo del 15 al 20 de julio en Aracena, pueblo que el autor de Ocnos define como «quieto y blanco como un fantasma de mediodía». Allí sucede una pequeña anécdota: el camión que transporta los cuadros pincha una rueda, por lo que no resulta difícil imaginar a Cernuda «encogiéndose de hombros, meter las manos en los bolsillos y silbar, tan deseoso de colaborar como aquella vez que se fundieron los plomos en el piso de los Altolaguirre», explica Rivero Taravillo. En Aracena, Cernuda se reencuentra con su viejo amigo Carlos García Fernández, antiguo colaborador de Mediodía y de Papel de Aleluyas, que veraneaba en la localidad serrana. Éste asegura que el poeta sevillano presenta una importante novedad, su pasión política.
Rivero Taravillo explica que su viaje a Huelva con las Misiones Pedagógicas le sirvió para hacer una breve visita a Sevilla, su ciudad natal, a la que no iba desde 1928, profundamente desengañado con ella. «A quién viese o qué hiciese en ese breve regreso a Sevilla son cuestiones que aún hoy constituyen una enigma, aunque hemos de suponer que visitó a su hermana Amparo», dice el autor de la biografía, quien asegura que la participación tan activa de Cernuda en las Misiones Pedagógicas le sirvió para acrecentar su conciencia social, ya que pudo comprobar de cerca el retraso social y cultural en el que vivía inmerso gran parte del país.


Fotografía captada por Cernuda camino de Aracena a Calañas en julio de 1934.


El periplo onubense de Cernuda continúa en Calañas del 22 al 27 de julio. De ahí, siempre con el Museo del Pueblo, viaja a Ayamonte, localidad en la que estará con el grupo de las Misiones hasta el 3 de agosto. Antes, Rivero Taravillo cuenta que el 1 de agosto había visitado Isla Cristina para bañarse en sus playas. En ellas «comprueba con alborozo cómo el agua lo sostiene boca abajo por primera vez, saca fotos y rema en barca con unos niños pescadores».

Huelva inglesa y colonial

Durante su estancia en la provincia, Cernuda visitó en la capital a José Caballero, quien lo fotografió en la playa y en el puerto, y a su gran amigo Adriano del Valle, con quien merendó mientras el autobús de las Misiones se iba a Moguer con Arturo Serrano Plaja. Rivero Taravillo cuenta que Cernuda prefirió pasar la tarde con sus viejos amigos y, según testimonio de Del Valle, lo hizo «como de costumbre, silenciosamente. Observador callado, meditativo, correcto, ensimismado poblador aéreo de su secreta nube».
A José Caballero –apunta Rivero Taravillo– lo conocía Cernuda de Madrid, donde el pintor onubense había hecho los decorados de La historia del soldado, que el poeta sevillano había traducido. Además, Caballero ya había hecho amistad con Lorca, con quien hizo una escandalosa exposición precisamente en el Ateneo de Huelva en 1932 y con quien se había unido a La Barraca, el teatro ambulante capitaneado por el granadino.
«A última hora de la tarde, el autobús procedente de Moguer recogió a Cernuda, y antes de partir éste dejó escrito de su puño y letra el poema El mar es un olvido, compuesto justo dos años antes, ahora con la dedicatoria: ‘A Adriano del Valle, con una amistad ya antigua, de su amigo. Luis Cernuda. Agosto de 1934’», escribe Rivero Taravillo. Del Valle recuerda a Cernuda exquisito y dandi en aquella Huelva "inglesa y casi colonial".
Cernuda visita también Punta Umbría, donde retrata de nuevo a niños, esta vez jugando con sus aros, y continúa con las Misiones enseñando los cuadros del Museo del Prado hasta la Palma del Condado y Moguer. El autor de la biografía sostiene que estos días onubenses fueron fértiles para su obra poética, pues en ellos nacen «muchos de los poemas de su siguiente colección», Invocaciones a las gracias del mundo. Fueron también días de descubrimientos y emociones.

El misterio del muchacho del Conquero

El célebre muchacho del Conquero a quien Cernuda dedicara su famoso poema sigue siendo hoy un enigma. «Es un misterio quién fue», reconoce Antonio Rivero Taravillo. Sólo se sabe lo que el propio poeta sevillano contó o quiso contar sobre un episodio que propició la hermosa composición. Lo hizo en una postal –recientemente editada por primera vez– enviada desde Huelva el 14 de agosto de 1934 al editor malagueño Bernabé Fernández-Canivell, en la que le cuenta: «Aquí llegué sin conocer a nadie. Mas el retrato de la Antología ha hecho que me reconozcan unos muchachos y buscasen mi amistad. ¿Puede pedirse más a la poesía?».
Si alguno de esos muchachos de los que habla Cernuda fue el inspirador del famoso poema es todavía hoy un enigma, aunque bien es cierto que su Antología tuvo un éxito muy notable y pudieron reconocerle por la fotografía que aparecía en ella. El caso es que el 22 de agosto de 1934, ocho días después de esa postal, fecha en Huelva A un muchacho andaluz.


Niños pescadores de Isla Cristina fotografiados por Cernuda el 1 de agosto de 1934.

«No hay que ser muy sagaz para entrever que el inspirador del poema tal vez sea uno de aquellos muchachos onubenses que se le acercaron y con los que hablaría de poesía», explica Rivero Taravillo, quien, con todo, piensa que no hay que creerlo a pies juntillas, ya que en la misma postal advertía de que no conocía a nadie en Huelva cuando en realidad estuvo con sus viejos amigos Adriano del Valle y José Caballero.
El poema, tan conocido en su comienzo, concluye de una manera también muy hermosa. «Y entonces, / con sus luces el violento Atlántico, / tantas dunas profusas, tu Conquero nativo /, estaban en mí mismo dichos en tu figura, / divina ya para mi afán con ellos, / porque nunca he querido dioses crucificados, / tristes dioses que insultan / esa tierra ardorosa que te hizo y te hace».

Publicado en El Mundo-Huelva Noticias el 6 de mayo de 2008

6 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan Duque Oliva dijo...

Andrés, aquí me has llegado bien adentro. Gracias por la entrada sigue llenando el mundo de historias como estas.
Lo de menos es saber quien era ese muchacho, sin duda los hay en cualquier cabezo del conquero o rincón de Huelva, lo maravilloso son los versos que inspiró.
Gracias Andrés, esto es mucho más que un homenaje

Andrés dijo...

Tienes razón, Juan, es mejor que la identidad del muchacho del Conquero de Cernuda siga siendo un enigma. Si supiéramos quién fue el inspirador de tan impresionante poema creo que se perdería buena parte de su fuerza poética. Por Huelva han corrido mil historias acerca del célebre joven, que si fue tal o cual persona, pero la incertidumbre es mucho más bonita.

Antonio Rivero Taravillo dijo...

Enhorabuena, Andrés. Te ha quedado muy bien el reportaje. Te seguiré leyendo.

Andrés dijo...

Antonio, ya has visto que en el reportaje gasto tu nombre, puesto que eres mi principal fuente. Gracias a tu libro he podido descubrir a fondo la visita de Cernuda a Huelva y, por supuesto, al poeta en general. Fenomenal biografía.

Un saludo.

ONDA dijo...

Querido amigo como nieto de Adriano del Valle le felicito por su blog y por este post en particular.

Supongo conocera el retrato literario que hizo Adriano de Cernuda.

Si no es así se lo remitiré con gusto donde indiques.

Atte.