martes, 26 de enero de 2010

Un 'jabugo' de Guijuelo

El Gobierno acaba de negar la lógica más elemental a cuenta del cerdo ibérico. A saber, que la Denominación de Origen Jamón de Huelva pase a llamarse Denominación de Origen Jabugo. El error histórico de no haber sabido usar la marca que indudablemente más vende se perpetuará ahora ante el esperpéntico frenazo dado por el Ministerio. La modificación del nombre de la DOP había obrado ya el extraño milagro de poner de acuerdo a todo el mundo: Ayuntamiento de Jabugo, otra veintena de Consistorios, Junta de Andalucía, Diputación y la mayoría de los industriales del sector. Finalmente, ha resultado triunfante la minoría que se opuso desde el principio a la variación: Consorcio de Jabugo, Sánchez-Romero Carvajal y Auténtico Jabugo. Es decir, empresas privadas que únicamente miran por sus intereses. No seré yo quien diga que no deban velar por que sus negocios vayan viento en popa. Lo alarmante es que el Gobierno haya puesto por encima del interés general, los intereses del trío de empresas antes citado. Por añadir leña al agravio histórico que viene sufriendo esta provincia maldita, habrá que recordar que Consorcio de Jabugo, Sánchez-Romero y Auténtico Jabugo, a pesar de sus nombres y sus jabugos en letras grandes, tienen poco que ver con Huelva. La primera es propiedad de la catalana Agroliment; la segunda, del gaditano Grupo Osborne; y en la tercera tiene mucho que decir –y mucho poder– el salmantino Grupo Joselito, lo cual es ya el colmo de la incongruencia y el rizamiento del rizo más rizado: un jabugo de Guijuelo, un pueblo, además, que da nombre a otra Denominación de Origen de jamones ibéricos bajo cuyo paraguas se protegen numerosas localidades de Salamanca y muchos industriales del sector. Huelva, al parecer, no puede tener su DO Jabugo. La justificación esgrimida por el Gobierno (que los consumidores «no identifican» Jabugo con la Sierra de Huelva) da risa. Por aquí, mientras tanto, seguiremos llorando por nuestra maldita mala suerte de siempre jamás.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 26 de enero de 2010.

martes, 19 de enero de 2010

Fuego y culpa

Reviven las llamas en Berrocal, en el pantano del Zumajo, en Nerva, en Escacena, en Paterna, en El Madroño y Aznalcóllar. La Justicia sentó ayer sobre el borrajo que ya es ceniza al único acusado por el incendio de 2004, dos personas muertas, 35.000 hectáreas calcinadas, una marea oscura de tierra muerta y troncos sin raíces, un huracán de negras palomas tan lorquiano como dramáticamente real. A Emilio Perdigón le acusan de haber encendido la cerilla, allá por Riotinto. Él lo niega. El pueblo –para su tranquilidad– parece que ya tiene a su culpable. Veremos, con todo, qué papel le asigna la Justicia en esta tragedia andaluza. Sea cual fuere, convendría recordar la responsabilidad de cada cual en la catástrofe. Es decir, el abandono secular de nuestros campos, la falta de limpieza, el poco respeto que nos gastamos por nuestro entorno natural, una masa informe y verde que parece que siempre va a estar ahí, alimentándonos de oxígeno. Todo se unió aquel infausto verano para que el fuego deviniera en plaga bíblica. Luego llegaron las lluvias de millones, el rutilante paseo de políticos por el empedrado, las promesas sin fin. Y de nuevo la indiferencia. El abogado de la familia de las víctimas lamentó ayer que los testigos del incendio hayan sufrido «un ataque generalizado de olvido», en referencia al cambio de sentido de sus declaraciones. La desmemoria ha caído también, desde hace demasiado tiempo, sobre la tierra muerta. No quiere esto decir que no se haya tomado ninguna medida ni que se hayan cumplido algunos compromisos. Quiere decir, por ejemplo, que se ha hecho muy poco por evitar varios desmanes, como la transformación de terrenos forestales quemados en las mismas narices de la autoridad competente: plantaciones de naranjos donde antes había encinas, repoblaciones de eucaliptos... La provincia va a cerrar una página de su historia que puede volver a abrirse en cualquier momento. Por mucho que ya esté un candidato a culpable sentado en el banquillo.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 19 de enero de 2010.

martes, 12 de enero de 2010

Justicia popular

A Juan José Cortés no le hace ni pizca de gracia que el juicio por el asesinato de su hija se haga finalmente bajo el procedimiento de jurado popular. Dice el padre de Mari Luz que este hecho es una «provocación» que contribuye a crear «un circo». Al margen de que los trapecistas hace tiempo que efectúan sus piruetas bajo la carpa mediática a cuenta de este dramático asunto, a mí tampoco me ha convencido nunca esa suerte de Justicia popular que emana de ciudadanos anónimos convertidos en jueces por un día. Quiere decirse que me espanta la sola idea de tener que juzgar a algo o a alguien. ¿Quién soy yo para hacerlo? No me considero capacitado para un cometido que debe estar –exclusivamente– en manos de verdaderos profesionales del Derecho. Un proceso por jurado popular se centra –supongo– en calgar culpas. Es decir, el pueblo quiere –necesita, por su propia tranquilidad– un responsable. Imagino que existirán cientos de trucos de abogados para estos casos. O a lo mejor resulta que he visto demasiadas películas. Es probable. Sea como fuere, nunca me convenció aquella máxima contra la que tanto lucharon los ilustrados del XVIII, Vox populi, vox Dei («La voz del pueblo es la voz de Dios»), ciertamente reaccionaria. Parece que los defensores del jurado popular olvidan un hecho esencial, básico: el pueblo ya está representado en sus jueces, magistrados y fiscales. Así es en un sistema democrático, en el que se supone que la Justicia emana de las mismas entrañas de su sociedad. No creo, contra el criterio del padre de Mari Luz, que el jurado popular alimente el circo. Creo, simplemente, que alimenta la injusticia. La Ley y su aplicación son asuntos demasiado serios como para dejarlos en manos de advenedizos. A Santiago del Valle, al que ayer informaron de la buena nueva del jurado popular, lo van a juzgar nueve onubenses anónimos. La voz del pueblo no es nunca la voz de Dios. Ni la más sabia, por supuesto.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 12 de enero de 2010.