domingo, 10 de octubre de 2010

Adiós a José Guevara


Ha fallecido el artista onubense José Guevara, a los 84 años, un verdadero monstruo de la cultura, excelente pintor y dramaturgo rompedor. Jugó en el Recre, se recorrió medio mundo y vino a Huelva a terminar su vida. Su técnica pictórica, usando el fuego, le reportó numerosos éxitos. Estuve con él una mañana de abril de 2008. De ahí surgió este perfil, publicado en la serie La infame turba. (Fotografía de Elisabeth Domínguez).

EL AZAR Y LA NECESIDAD
¿Cómo resumir una intensa vida ofrecida casi como sacrificio ritual al arte? ¿Cómo condensar en unas líneas la impresionante aventura vital de un hombre dominado plenamente por la obsesión de la creación? Cada cana, casi cada pelo de su sabia y eterna barba, es una enseñanza que José Guevara (Puebla de Guzmán, Huelva, 1926) transmite al mundo. Hoy lo hace desde su hermoso ático en la plaza del Punto. Ayer, desde cualquier punto de la Tierra, por la que tanto ha viajado mostrando sus cuadros. Mañana, sólo él lo sabe. Quiere decirse que las almas libres, los espíritus creadores y los seres entregados con esclavitud a su propia naturaleza tienen el nomadismo tan dentro de sí como la propia creación. José Guevara, ahora, ha regresado a Huelva a reposar. Nadie más que él se ha ganado un descanso tras una vida de una intensidad tan sólo dada a los genios. El descanso, obviamente, es físico, porque su mente sigue tan activamente creadora como en los años en los que recibía lecciones en el Instituto La Rábida de sus maestros Pedro Gómez y García Orta, o en aquellos en los que se fue por el mundo enseñando su arte y codeándose con los grandes nombres del momento. Guevara intentó en su juventud afincarse en Huelva, ciudad a la que llegó del pueblo el mismo día en que acabó la guerra, el 1 de abril de 1939, fue incluso un jugador del Recreativo que «pintaba bien», según las crónicas del momento, pero si ya difícil era por entonces el mero vivir, mucho más lo era intentarlo del arte. Así que en 1952 se embarcó en el Julio César camino de Río de Janeiro. Comenzó entonces un periplo vital y artístico que le ha llevado a exponer sus obras en países como Australia, Irak, Estados Unidos, Francia, Japón, China, Finlandia, Siria, Bélgica, México, Brasil, Argentina o Uruguay. A este último país llegó tras su estancia brasileña y a él debe en buena medida lo que es, porque allí entró en contacto con los movimientos pictóricos del momento y conoció a otro de sus maestros, Torres García. Hoy el maestro es él, claro, y va transmitiendo sus doctrinas a la legión que va desfilando por su alto estudio a presentar sus respetos. José Guevara lo hace sin darse la más mínima importancia.
Es obvio que los hombres más destacados son los que menos se toman en serio. A pesar de que su vida es una novela de García Márquez, José Guevara la cuenta con la naturalidad y la sencillez de quien se ha quedado tomando el sol en la plaza de la Puebla durante toda su vida. De hecho, achaca todo su éxito a la suerte. «En la vida hay que tener suerte y yo he tenido mucha», viene a resumir injustamente, para recordar también una frase de Demócrito que siempre le ha acompañado: «Todo lo que existe en la naturaleza es producto del azar y de la necesidad». Si algo ha tenido Guevara es, desde luego, necesidad. Necesidad por cambiar las cosas y evolucionar en la pintura. Él lo hizo con el descubrimiento de una nueva técnica, el óleo por ignición, esto es, pintar con ese elemento esencial de la creación llamado fuego. Con ella ha asombrado en galerías (la célebre Tate de Londres, por ejemplo), bienales (Venecia, Sao Paulo, Alejandría) y museos de medio mundo y con ella y su rotundo estilo informalista ha mantenido estudios abiertos en París (periodo 1961-72), Madrid, Milán y Jesi (1968-2006). En Italia, donde lo idolatran, es il maestro y su rojo es conocido como il rosso guevarino. Ha compartido compromisos plásticos con creadores tan destacados como Tàpies, Saura, Torner o Genovés y ha creado una obra con un discurso tan valioso que hoy es nuestro artista vivo más internacional. También lo es en otro ámbito, el teatral, del que ha sido destacado creador de piezas underground. Guevara cuenta hoy con naturalidad cómo le compró a Samuel Beckett los derechos de La última cinta para representarla en España. Fue el primero que lo hizo, tras ser mordida ferozmente por la estúpida censura. Los grandes hombres siempre van abriendo camino, puntales de proa de la sociedad.

Publicado en El Mundo Huelva Noticias el 20 de abril de 2008.

1 comentario:

ercanito dijo...

¡La foto es buenísma! Parece fácil ver a un tío que no conoces personalmente y "fotografiarle en su entorno" de manera que se resuma en una imagen cómo es él.

Lo borda tu compi.